Vida
baila desnuda, ebria de sentimientos, una melodía que suena a lo lejos, quizá
cantada por Luna.
¿Quiénes
somos nosotros para decirle que no sabe bailar, que se equivoca de pasos y que
no sigue el ritmo? Aún va a cabrearse y nos la va a liar parda.
Nosotros,
cerrados de mentes y de boca, intentamos vestirla con nuestras palabras no
dichas. Porque no aceptamos que baile como llegó al mundo delante de tantas
estrellas, que aún la van a desear y se nos va a enamorar esta cría loca. Lo
mucho que le divierte dejarse alumbrar por tantos, entrando en nuevos hogares
pero nunca quedándose.
Pequeña
mujer de ojos universo que se pierden en sí mismos. Pobres, Vida se ha quedado
sin boca de tanto besar y bailar con desconocidos y no puede indicarles el
camino de vuelta, el camino para encontrarse de nuevo.
A
ver si deja de bailar de una maldita vez que, de tantas vueltas, nos tiene
mareados a todos. Y que dejen de tocar la maldita cancioncita que es demasiado
pegadiza. Poco nos falta para volvernos locos (Vida también se volverá loca, si
no lo está ya).
Piruetas,
saltos, poco le queda para romperse la cabeza. Porque, como es de esperar por
su característica despreocupación, ella no le pone casco a su corazón. Quiere al
límite, hasta el abismo, siendo funámbula en el borde del precipicio entre el
amor allí abajo y el odio aquí arriba. Porque amar para ella es caer para no
levantarse, para vivir de rodillas a alguien.
¿Cuántas
veces se habrá tirado a la piscina de cabeza sin salvavidas y sin saber nadar,
para que el socorrista de turno le acabara haciendo el boca a boca? ¡Cuántas
nuevas lenguas ha aprendido ya!
Cruza
las calles con los ojos cerrados fuerte, a ver si algún superhéroe de esos de
las películas (o cómics, el origen poco le importa) la salva de sí misma. Y si
hay semáforo, en rojo pasa, recibiendo todas esas hostias que la realidad le
debía desde la última vez que jugaron al póquer con personas como cartas.
Puede
que los juegos de cartas no se le den bien, pero nadie le gana en las carreras por sus medias, demasiadas veces lo han intentado otros y se han dado por
vencidos al verla ir en cabeza al primer agujero.
¿A
la quincuagésima séptima se dará cuenta de lo peligroso que es conducir sin
frenos? Que su corazón tiene más cosidos y descosidos que sangre bombeando.
Eso de ‘a la tercera va la vencida’ no va con ella. Porque ella pica cinco
veces, seis si hace falta en la maldita puerta para después huir cobarde como
niña que se ríe de sus vecinos.
INCREIBLE.
ResponderEliminarMu-muchas gracias, mas no es así ni por asomo.
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